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“Sigamos siendo constructores de paz, incansables en nuestro trabajo de reconciliación y fraternidad”.

Desde Notre-Dame, en París, llamamiento de las mujeres y de los hombres de religión reunidos con la Comunidad de Sant'Egidio

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En la histórica plaza de Notre-Dame se celebró la ceremonia conclusiva de “Imaginar la paz”, un encuentro que reunió a miles de mujeres y hombres de religiones y culturas diferentes durante tres días en París con el objetivo de imaginar y construir un mundo más pacífico y justo. Haber elegido Notre-Dame como lugar para cerrar el encuentro fue algo especialmente significativo: tras el terrible incendio que arrasó la catedral, hoy la antigua iglesia, que está a punto de reabrir sus puertas, es un signo de esperanza.

Laurent Ulrich, arzobispo de París, abrió la ceremonia destacando que París, una ciudad que en muchos casos ha visto momentos de encuentro y de paz a lo largo de su historia, puede ser nuevamente un lugar de esperanza y reconciliación. Ulrich recordó que el diálogo entre religiones es esencial para superar las diferencias y construir puentes que permitan sostener un futuro de paz.

El testimonio de Gilberte Fournier fue emocionante. Fournier, que nació en 1931, explicó su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial en París, y recordó los momentos más dramáticos de su infancia. “Tomo la palabra hoy por invitación de mis amigos de Sant’Egidio, porque las personas de mi generación, que dan testimonio del gran mal de la guerra, son cada vez menos. Pero no hay que olvidarlo”. La guerra lo destruye todo. La guerra destruye la vida, como la de muchas niñas amigas mías que eran obligadas a llevar la estrella amarilla y a las que nunca más vi”, dijo también, y destacó la importancia de no olvidar los horrores del pasado. Gilberte hizo un sentido llamamiento a las nuevas generaciones para que atesoren el recuerdo de los ancianos y trabajen para preservar la paz. “No dejen que les convenzan de que la guerra es inevitable; guarden y hagan crecer la paz que mi generación imaginó después de la guerra”, afirmó, pasando el testigo de la paz a las nuevas generaciones.

La ceremonia empezó con la lectura del mensaje del papa Francisco, un contundente llamamiento a la perseverancia y al trabajo por la paz. El papa Francisco recordó que “han pasado 38 años desde 1986, fecha del primer encuentro de oración por la paz. Desde entonces, muchos actos han marcado la historia del mundo: la caída del muro de Berlín, el inicio del tercer milenio, el ascenso de los fundamentalismos y los numerosos conflictos que han afectado al planeta, así como los increíbles desafíos del cambio climático, la llegada de las tecnologías, emergentes y convergentes, y de las pandemias que han afectado a la humanidad. Estamos en medio de un cambio de época, cuyas repercusiones todavía no conocemos”. El pontífice pidió a todos que no se rindieran “a la lógica de la guerra y de la división. La paz es un camino que requiere valentía, fe y diálogo”. El Papa también dijo que trabajar por la paz no es tarea fácil, pero es fundamental para construir una sociedad que respete la dignidad humana y promueva la justicia. “Sigamos siendo constructores de paz, incansables en nuestro trabajo de reconciliación y fraternidad”. “Gracias a todos por haber imaginado juntos la paz”, dijo en conclusión. (Léelo todo)

En el llamamiento de paz que los representantes religiosos entregaron a los niños se recordó “la difusa resignación ante los conflictos abiertos, que corren el peligro de degenerar en una guerra más grande y arrolladora”. Existe una gran preocupación ante el peligro de “transmitir a las jóvenes generaciones un mundo belicoso, marcado por el terrorismo y la violencia. Corremos el peligro de transmitirles la rehabilitación de la guerra como herramienta para resolver los conflictos o para afirmar los intereses de parte”. (Léelo todo)

El acto terminó con la intervención de Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, que dio las gracias a todos los participantes por haber tomado parte en las mesas redondas y en las reflexiones comunes durante los tres días del evento, porque la paz requiere la valentía de imaginarla. Para Impagliazzo hoy se eleva un fuerte grito de protesta: “Un grito de resistencia frente a la guerra y a tanta violencia. Significa protestar frente al mundo por todos los muertos, la mayoría, víctimas inocentes. Nosotros protestamos contra toda esta violencia, contra todo este odio, que son ajenos a nuestra voluntad de vivir en paz, a la de muchos hombres y mujeres”. (Léelo todo)

Las nuevas generaciones deben poder recibir el don de la paz. Los muchos jóvenes que había en la plaza son el testimonio de que es posible transmitir el sueño de la paz de una generación a otra, como dijo Gilberte Fournier. Impagliazzo recordó que la paz es una idea que hay que construir continuamente a través del encuentro y el diálogo. “En estos días hemos hablado de niños que sueñan la paz, de poblaciones que resisten a la voluntad de guerra. Quieren que alguien les lleve a la paz, continuó, y destacó la urgencia de construir relaciones humanas basadas en la inclusión y la comprensión recíproca.

¡El año que viene en Roma! Marco Impagliazzo terminó su mensaje con esta invitación, que fue recibida con un entusiasta aplauso.

El camino de la paz sigue.